Tú me recordabas
a un poema que
nunca pude terminar,
a una canción
que nunca
existió
un lugar al
que jamás
he ido.
En definitiva,
eres y siempre serás
el principio de una carta de amor,
que termina antes de empezar.
Querido tú:
Érase una vez el amor pero tuve que matarlo.
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